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sábado, 23 de marzo de 2013

HONDURAS, EL PAÍS MÁS PELIGROSO DEL MUNDO


HONDURAS, EL PAÍS MÁS PELIGROSO DEL MUNDO.




       Señores, me preocupa la falta de información a la que nos podemos ver sometidos cuando se habla de Latinoamérica. Desde hace mucho tiempo atrás siempre hemos visto en los medios como México y Ciudad Juárez se ponían a la cabeza del país y ciudad más violentos del mundo. Pues bien, desde hace unos años, y en concreto, desde el golpe de estado del 2009 que depuso al entonces presidente Manuel Zelaya y nombró como mandatario interino a Roberto Micheletti, en Honduras ha crecido de forma significativa su tasa de homicidios.




        Ni Venezuela, donde se han registrado al menos 155.000 homicidios en los doce años que Chávez lleva en el poder; ni México, donde la narcoguerra comenzada en 2006 ha causado 150.000 muertes; ni Brasil, donde se han producido 1.100.000 muertes violentas en los últimos 30 años. El país más peligroso de América es la pequeña Honduras: entre 2004 y 2011 se contabilizaron 33.933 homicidios, sobre una población de apenas ocho millones de habitantes. Y es que la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, que en 1999 era de 42,1, ahora es de 86, casi ocho veces lo que la OMS considera como epidemia. La media mundial es de 8,8.


      Las causas principales tras ese golpe parecen encontrarse en el narcotráfico, la corrupción policial y el aumento de armas en el país. Dana Frank, profesora de la Universidad de California especializada en Honduras considera que el golpe de estado abrió las puertas al crimen organizado. Un factor importante a la subida del narcotráfico son sus cambios de rutas ya que un 95% del tráfico de drogas que viaja de América del Sur hacia Norteamérica hace escala en Mosquitia, en la costa atlántica de Honduras, según la DEA. Esto, junto a los niveles de corrupción que superan a los de todos sus vecinos y son equiparables a los de Sierra Leona, Ucrania o Zimbabue, según el último informe de Transparencia Internacional, hacen que el país se haya puesto en el primer lugar de la lista de los países más peligrosos del mundo.


          Si Honduras se ha colocado en primer lugar, su ciudad, San Pedro Sula tiene la tasa de homicidios más alta del mundo, indica un informe de la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. En 2012, San Pedro Sula alcanzó una tasa de 169 homicidios por cada 100.000 habitantes, seguida de Acapulco en Mexico, con una tasa de 143, y la capital venezolana de Caracas, con una tasa de 119.



        Los estudios demuestran que cada ciudad depende de los esfuerzos que sus gobiernos centrales y locales hagan para combatir la delincuencia y mejorar la imagen su población. En el caso de Ciudad Juárez, la política llevada a cabo a dado sus frutos ya que ha bajado al puesto 17 de la lista, mientras que Honduras subió durante estos años al primero.


        El mayor golpe para los hondureños ha sido cuando 158 voluntarios del Cuerpo de Paz de los Estados Unidos se vieron obligados a dejar Honduras, después de que un voluntario recibiera un disparo en la segunda ciudad del país, San Pedro Sula. Así lo cuenta una Berlangue, una de las voluntarias:”Fue un día muy triste. Nos dijeron que los voluntarios no podíamos salir a la calle hasta que nos enviaran de vuelta a casa”. Berlange, que está decidida a volver al país porque va a casarse con un hondureño, describe que “la gente está acostumbrada a vivir en un estado de sitio constante. Tienen miedo de molestar a cualquier persona y recibir por ello un tiro”


     Es triste pensar que estas tasas tan sumamente altas han crecido gracias a la colaboración policial con el narcotráfico. Sus ciudadanos ya no pueden confiar ni en el gobierno ni en los que antes les protegían, las fuerzas de seguridad. Aunque por suerte para ellos todavía queda algún superheroe capaz de luchar contra la corrupta policía y el narcotráfico para así ayudar al país a hacer la limpieza que necesita.



miércoles, 20 de marzo de 2013

DEL EXTERMINIO NAZI AL EXTERMINIO SOVIÉTICO

DEL EXTERMINIO NAZI AL EXTERMINIO SOVIÉTICO 


        A menudo podemos ver en los medios de comunicación y en los libros un tema por todos ya sabido, el nazismo y su exterminio. Han sido muchas las tesis escritas, las investigaciones llevadas a cabo y sobre todo la información que hoy tenemos de su política más cruel, el antisemitismo. Una creencia radical y sin sentido que llevó al exterminio de casi todo un pueblo, en concreto, de casi 6 millones de judíos. Pero, ¿qué conocemos sobre los campos de concentración soviéticos? 



EL GULAG (las siglas de campos penitenciarios y de trabajos rusos) 





       En 1924 un hombre llamado Lósif Vissariónovich, más conocido como Stalin sube al poder tras la muerte de Lenin. Pronto se deshizo de los que pudieran hacerle sombra en el partido Comunista para crear una dictadura llevada con mano de hierro. Con afán de industrializar el país, Stalin utiliza mano de obra gratuita de presos comunes y políticos que son llevados a campos de trabajo para explotar diferentes industrias. Las instalaciones de estos campos fueron levantadas ya en 1918, operativas en Siberia como parte del sistema penal en la Rusia Imperial. 


        A principios de 1930 una fuerte política penal soviética hace crecer significativamente el número de población en los campos de prisioneros. Abrir caminos o canales y explotar minas eran las tareas más comunes de todos ellos. En 1931–1932, el Gulag tenía aproximadamente 200.000 prisioneros en los campos, en 1935 aproximadamente 800.000 en campos y 300.000 en colonias (media anual), y en 1939 cerca de 1,3 millones en campos y 350.000 en colonias. Durante la II Guerra Mundial la población desciende ya que muchos fueron reclutados y enviados a las líneas del frente. Tras la guerra estos campos volvieron a crecer, era frecuente ver a supervivientes de los campos nazis enviados al Gulag. 



       Las deportaciones al Gulag eran horribles, la verdad es que en poco se diferencian de las deportaciones nazis. 

Olga Gureva "superviviente en Siberia": 

"Recuerdo que el 26 de abril de 1946 en la Pascua de Resurección nos levantaron a los presos a golpes y acosados por sus perros, nos llevaron corriendo a la estación y nos subieron a al tren. Eran carros de carga de ganado y con rejas pero con una repisas para dormir. El viaje duró un mes hasta la costa. Después iríamos en barco". 

Ana Portnova, "superviviente en Siberia": 

"Nos metieron en las bodegas del barco destinado al ganado. Era horroroso. Al llegar a Siberia a penas nos manteníamos en pie y nos tiraron como sacos a los camiones que nos llevarían al centro de distribución. Más tarde llegarían los jefes de campamento que nos seleccionaban para trabajar en las minas o en los bosques". 


Ana Tomariva, "superviviente en Siberia": 

"Los rusos llegaron a Ucrania en 1939 y pronto me arrestaron, luego me arrestaron los alemanes y más tarde, en 1940, fui arrestada de nuevo por los rusos. Después de sobrevivir en los campos de concentración en Siberia, perdí la vida de tanto hambre. Trabajé en las minas de uranio, luego en una planta de químicos y entre el agua helada. 


       Existieron unos 476 centros de reclusión, lo que significa decenas de miles de zonas donde los presos ejecutaban trabajos forzados. El trabajo era duro, la comida escasa. 




         Como en los campos de concentración nazis, el gulag contaba, también, con celdas de aislamiento, en donde los presos eran amontonados allí con temperaturas iguales a las del exterior. Cuenta una superviviente que cada día había bajas pero que no avisaban a los carceleros para poder utilizar los cuerpos muertos como aislante del frío. 


      Las condiciones de vida como se puede imaginar eran infrahumanas, causantes indirectamente de millones de muertos en estas zonas de terror, de la muerte. 


                                               UCRANIA, LA POLONIA SOVIÉTICA 


       Ucrania, un pueblo azotado por la mano de hierro de Stalin. Entre 1932 y 1933 el dictador ordenó a la NKVD (el Comisariado del Pueblo para asuntos internos) confiscar la comida, todo el grano que había por estas zonas. Se llevaron todos los bienes comestibles y se prohibió a los campesinos buscarla en otro sitio. Fue entonces cuando el hambre, la causa de muerte más poderosa del mundo, comenzó a cobrarse vidas. 




      El pueblo ucraniano moría a vista del mundo y a nadie le importaba. Muchos intentaban entrar en las ciudades en busca de un poco de comida, pero pelotones de vigilancia no les permitían subir a los trenes. La mayoría de ellos acababan muriendo en sus casas. Las unidades especiales de la NKVD allanaban entonces las viviendas y se llevaban a los cadáveres. Por cada cuerpo se les daba 200 gramos de pan a la familia. Daba absolutamente igual si a alguno le quedaban algunos días de vida, también eran llevados moribundos para ser enterrados vivos. 


María Zaguts, "superviviente de la hambruna de 1932-1933": 

"Enterraban a personas que aún estaban vivas, la tierra se movía" 


         Casualmente ese mismo año las exportaciones de comida crecieron en occidente, todo lo robado era exportado fuera, millones y millones de toneladas. Un total de 7 millones de ucranianos murieron a causa de esto en tan solo un año. 




       Como dije en el inicio, son muchos los datos que disponemos sobre la atmósfera nazi, pero pocos son los detalles que se conocen, salvo quien se interesa por el tema, del exterminio de los comunistas, del otro dictador que deshumanizó y desvalorizó vidas humanas, Stalin. 


        Dicen que la historia la cuentan los vencedores, pero si algo nos ha enseñado ésta, es que los buenos tampoco son tan buenos. Sabemos que del holocausto nazi dejó a unas 6 millones de personas por el camino, mientras que el número total de muertos en la patria de los soviets es muy difícil saberlo ya que no fue un exterminio rigurosamente cuantificado. Anne Applebaum da una cifra conservadora de 2.750.000 personas asesinadas en los gulag, pero como he dicho, puede que nunca sepamos el número real.



domingo, 17 de marzo de 2013

ABSURDA CONSCIENCIA


ABSURDA CONSCIENCIA


          Me gustaría ser consciente de que la consciencia solo es un periodo de reflexión. Una          muerte lenta del pensamiento eterno del grado incógnito del interior. Absurdos agrados y errores mentales que no viven. El sólo allanando el camino del infinito puedo.


Me gustaría ser consciente de la nada, cada día más real, del yo que sólo es la muestra de la única verdad existente. La creencia del subconsciente crecido en individuo, matado por la masa, herida a punta de mensajes cambiantes y visionarios del anverso de la moneda.


Me gustaría romperlo todo y crearlo de nuevo. Desmenuzarlo hasta encontrar la pieza que devoró todo lo que quiso obligarse a tener sentido. Impaciencia, la espera sangrante jamás hablada. Cada uno de nuestros actos meditados que repugnantemente nos colocan en una posición normal, la misma que ellos.


Me gustaría ser consciente de la lección aprendida del solo en en soledad, del silencio que desarma al pensamiento que lo rompe y reconstruye hasta hallar la manera de entender por qué lo normal ya no es de mi incumbencia.








miércoles, 6 de marzo de 2013

EL PÚBLICO


                                                     EL PÚBLICO


Entremétome en todas partes como un pobrecito, y formo mi opinión y la digo, venga o no al caso, como un pobrecito. (Larra, 1832: “Quién es el público y dónde se encuentra”)

                     


Ya lo intentó Larra muchos años atrás, él se sentó un día a pensar y empeñado en descubrir quién era el público y dónde se encontraba, se armó de valor y salió a buscarlo. Al principio no supo muy bien dónde hallarlo, pero finalmente lo encontró. Estaba en todas partes, en la calle, en los cafés, en los teatros, en misa, de paseo, en sus casas criticando, en definitiva, allí donde fueres el público siempre estaba. Pues bien, señores, yo cómo Larra salí a buscarlo con la intención de defenderlo, aunque pobrecita yo, no había defensa para el público.


Salgo a la calle a observar, puede que me lleve una sorpresa, puede que Larra exagere, no lo sé, así que pongo ruta y mi primera parada, el metro. Ya a primera hora de la mañana parece que estoy en una serie de zombies. Nadie se mueve aunque como leones defienden su posición no vaya a ser que alguno se quede al fondo del vagón donde no pueda ser visto o donde haya otro que le gane al juego de las sillas. El público del metro parece repetirse, todos tienen un mismo interés y todos portan algo en sus manos (esta era se le escapa a Larra,  antes eran bastones, pero ahora son móviles).


Llego a mi parada, estoy un poco asustada, el público ha cambiado su posición y ahora su meta es salir en estampida por la puerta. Aquí sólo puede hacer una cosa, seguir a la corriente y si tiene prisa, por ley, estará detrás de alguien que no le importa imitar andando a las tortugas. Cuidado también en entrometerse por el camino de uno ellos, puede sufrir de empujones y hasta de algún insulto. Da igual que se quiera defender, excusar, cambiar la dirección, que sólo oirá una frase: “¡Hay que tener respeto a los mayores!” Oiga señor, usted me ha insultado y basta ya con el mismo cuento, el respeto para todos.



Parece ser que Larra no se equivocaba mucho, pero quería darle otra oportunidad. Ya en la calle me dirijo a una cafetería, quiero saber y escuchar cuáles son los temas. Me siento en una mesa y pido un café con leche y azúcar, ¡déjese usted de sacarina que soy un animal de costumbres! Ahora sólo espero que el camarero no me escupa en la taza, están todos tan susceptibles...menos mal que no les he contado cómo es su público. En una mesa veo a un señor mayor, muy distinguido con su sombreo, murmurando la poca velocidad del chico para servir. En otra mesa a dos señoritas muy bien vestidas comentando a ver qué son esos pelos que lleva. Pobrecito, ya estoy hasta por dejarle que me traiga sacarina si quiere. Allá a lo lejos un grupo variado de personas parece estar diciendo algo interesante. Esta vez el camarero se salva, ahora son los intocables los que están en el punto de mira con sus trajes, tan bien vestidos, calzados, peinados, su sobre debajo del brazo, su guión aprendido, sus promesas rotas en los bolsillos, los políticos se dejan querer, no todos, pero son un gremio últimamente un tanto descontrolado. Señores, el público me miente, oigo ciertas cosas, pero no lo que piensan. Y es que a menudo habla para los demás y calla para sí mismo. Empezaba pues, a dar la razón a Larra que dice que cada clase de la sociedad tiene su público.


Atemorizada por esa doble moral que presentan los más cercanos, me hizo gracia encontrar al verdadero público y ver que sólo vive por propio interés. Mira a su alrededor y critica, pero no se mira en un espejo y comprende que él también es parte de ese público al que reprocha sus males.


Finalmente, Larra ganaba: “no existe un público único, invariable, juez imparcial, como se pretende; que cada clase de la sociedad tiene su público particular, de cuyos rasgos y caracteres diversos y aún heterogéneos se compone la fisonomía monstruosa del que llamamos público; que éste es caprichoso, y casi siempre tan injusto y parcial como la mayor parte de los hombres que lo componen; que es intolerante al mismo tiempo que sufrido, y rutinero al mismo tiempo que novelero, aunque parezcan dos paradojas; que prefiere sin razón, y se decide sin motivo fundado; que se deja llevar de impresiones pasajeras; que ama con idolatría sin porqué, y aborrece de muerte sin causa; que es maligno y mal pensado, y se recrea con la mordacidad; que por lo regular siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular; que suele ser su favorita la medianía intrigante y charlatana, y objeto de su olvido o de su desprecio el mérito modesto; que olvida con facilidad e ingratitud los servicios más importantes, y premia con usura a quien le lisonjea y le engaña; y, por último, que con gran sinrazón queremos confundirlo con la posteridad, que casi siempre revoca sus fallos interesados”.(Larra,1832)